Durante las últimas semanas Internet de las Cosas o IoT (por su sigla en inglés) fue noticia. En primer lugar, el Congreso de la Nación aprobó la ley de economía del conocimiento, que promueve el desarrollo de las industrias TIC (tecnología de la información y la comunicación) otorgando entre otras cosas beneficios impositivos y arancelarios, e incluye explícitamente a Internet de las cosas. En segundo lugar, en la Ciudad de Buenos Aires se realizaron varios eventos que incluyeron el IoT day de la Cámara Argentina de Internet y la Expo Smart Cities BA.
Estas noticias muestran que esta tecnología no debe considerarse como una tendencia futura, sino como una realidad que se acelera. Se estima que en el mundo hay 26.000 millones de dispositivos conectados y que esa cantidad se duplicará en 4 años. Los beneficios de IoT están relacionados con el bienestar de las personas, el cuidado del medio ambiente -por el uso eficiente de los recursos- y la búsqueda de eficiencias por parte de empresas y organizaciones.
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de IoT? Es la interconexión de los objetos de nuestro entorno con Internet, ya sea para tomar datos, realizar acciones o, en general, para interactuar con esos objetos. El ecosistema lo conforman los dispositivos conectados, la conectividad, las plataformas que gestionan esos dispositivos (y a los datos que generan) y a las aplicaciones que utilizan esos datos.
A pesar del boom mundial, hay factores tecnológicos, competitivos, macroeconómicos y de políticas públicas que pueden acelerar o demorar el desarrollo de soluciones IoT en Argentina. Por el lado de las comunicaciones, en nuestro país se utilizan desde hace años las redes de las empresas de telefonía móvil -a través de servicios M2M (machine-to-machine)- para conectar dispositivos. Esa tecnología es adecuada para muchas aplicaciones de IoT, pero no para todas. Las nuevas redes orientadas a Internet de las Cosas tienen que permitir la conexión de grandes cantidades de dispositivos, con excelente cobertura outdoor e indoor, y baja necesidad de energía. Esto último aumenta la duración de la batería, reduciendo costos de equipos y minimizando la necesidad de mantenimiento. Estas redes se denominan LPWAN (Low Power Wide Area Network) o redes de baja potencia y largo alcance en castellano.
El despliegue de redes LPWA es realizado normalmente por dos tipos de proveedores. Por un lado, las mismas empresas de telefonía móvil actualizando sus redes pueden brindar estos servicios orientados a IoT. Por el otro, proveedores que despliegan sus propias redes inalámbricas basadas en estándares que utilizan frecuencias no licenciadas (equivalentes a la del Wifi que tenemos en nuestras casas), entre los que se destacan LoRA y Sigfox.
En nuestro país, las empresas de telefonía móvil están haciendo pruebas piloto de LPWA, Sigfox está desplegando su red y hay desarrollos con tecnología LoRA. Se espera que esta combinación aumente la competencia y mejoren las condiciones comerciales de conectividad de IoT.
Como factor macroeconómico se destaca la necesidad de crédito para el despliegue de soluciones IoT. Muchos proyectos demandan grandes inversiones en compra e instalación de dispositivos y el costo de la financiación puede hacer inviable el negocio.
Analizando casos de otros países, en donde se encuentran ecosistemas IoT muy desarrollados, se evidencia que están siendo fuertemente impulsados por políticas públicas que tienen como objetivo potenciar el crecimiento de la economía digital. En ese sentido, que se haya aprobado la ley de economía del conocimiento es un paso importante en la dirección del desarrollo.
Fuente: La Nación